Efímera es la ilusión detrás de lo imposible,

la cual sí
lograce atravezar la barrera de la imposibilidad

ésta ocasionaría un caos
que haría que su esencia se perpetuara.


miércoles, 29 de abril de 2015

En el Ascensor. Rumbo al 3er Piso.

   Lentamente y sin saberlo fui entrando a sus fauces, sin notarlo, sin apenas pensar en ello. Solo sucedió. Sin quererlo. No es que fuera algo que se pudiera evitar ni nada, pero es sorprendente como en un parpadeo todo cambia.

   Era un día frío y mis manos tiritaban mientras me congraciaba con los recuerdos del ayer mediante una diminuta pantalla de móvil. Inmerso en mis pensamientos de vientos pasados caminé paso a paso hasta ese callejón sin salida; fue el tintineo tan característico al cerrarse las puertas del ascensor que me saco del trance y me hizo girar bruscamente, solo para darme cuenta de que ya era demasiado tarde para hacer lo que sea que pudiera evitar la transición al siguiente piso. El piso número 3. El viaje ya había comenzado.

   La angustia se apoderaba de mi, a la par que mis pies se elevaban virtualmente del suelo dentro de la caja. Se podría decir que mi vida pasaba ante mis ojos, cual moribundo ante su último aliento. Pude recojer hilillos de viejas historias sin cierre, etapas sin ser quemadas aún estancadas en el baúl del desván cual ropa anticuada y apolillada. Todo pasaba tan rápido ante mis ojos (o mi mente) que no encontraba una secuencia lógica o razón suficiente para la existencia de eventos afortunados y no tanto.

   Cómo una bruma matinal en un día de invierno me empezaron a rodear las imágenes de momentos duros, momentos de angustiosa soledad, de luchas perdidas tomadas con la frente en alto, periodos de depresión y auto desvaloración iban poco a poco disminuyendome al vacío. Fue un momento, un instante fugaz, unas pequeñas vocesillas en la distancia de la memoria que por un tiempo me llamaban por mi nombre alegremente, e incluso llegaron a cambiarme el nombre con el tiempo, por una palabra sencilla pero con un efecto reconfortante, edificante, engrandecedor -Papá-, enriquecidas por otra voz, esta es dulce, femenina y cálida que evocaba un puro y dulce amor. Ensanchaba mi pecho con cada "mi amor" que profería con sus dulces labios. No estaban solas esas voces, pues cual oleada de un mar embravecido atacaron mi pequeño navío pesquero de recuerdos salvajemente, volcándolo y destruyendo mi cargamento de amargura hasta quedar náufrago en una sonrisa de satisfacción y amor por todas esas voces palpables de caras familiares y vívidas, flotando en mis memorias.
   La angustia se disipaba poco a poco.

   La aguja que marcaba la cercanía al fin del viaje al tercer piso vibraba lentamente conforme se acercaba a su destino.
   Las esquinas de la caja emitían un constante sonido de canciones empolvadas (Here I Go Again, Norwegian Woods, The Tropper, Metropolis e incluso Raining Blood) mencionaban su nombre cada una de ellas, nadando en aire un poco viciado a estas alturas, impregnado con el aroma delicado de cigarrillos viejos y cerveza pasada, moviendo las células de mi ser al ritmo de su melodía,  evocando sabores, olores y sensaciones todas ellas ya olvidadas por el polvo de la madurez. Lentamente pude sentir como se erizaban mis brazos y mi cuello, cómo se iluminaban mis pupilas, abriendo mis ojos y tomando una bocanada de ese aire malsano que empapaba el lugar vino a mi mente una palabra: PASADO.
   ¿Quien era yo ahora? ¿por qué estaba yo metido en esa fría caja? Y en primer lugar ¿por qué carajo había yo comenzado a andar este camino? En mi cabeza atronaban esas cuestiones (principalmente) armando el puzzle de esta vida que nunca imaginé tener en mi niñez, una vida muy diferente a la que deseaba pero que me quedaba tan bien. No me podía quejar; quien puede quejarse de sus logros cuando los ha construido con sus propias manos y con el sudor de su frente (?).
   Ya no había rastros de la angustia que había oprimido mi ser. El ambiente empezaba a adquirir un aroma fresco y limpio.

   En mi rostro afloró una tímida y nerviosa sonrisa, expectante me dispuse a recibir de buen modo a lo que viniera detrás de las puertas cuando llegasen al nivel requerido.
   "PLINK" la aguja tocó suavemente el numero 3 y el movimiento se detuvo con una corta vibración, las puertas impacientes esperaban separarse mientras veía mi rostro reflejado en ellas, un rostro diferente al que recordaba, gastado, cansado, pero satisfecho.

   -Aquí voy otra vez- dije entre dientes optimista, y susurrando para mis adentros como alguien que quiere reconfortarse ante algo inevitable -Después de todo, siempre se puede volver al segundo piso, aunque sea como un visitante-.


Literato Bonprogré.